Semana nueva

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Con Martín y Azucena, su mamá, en su casa

Estuve en Trujillo desde el domingo pasado. Solo unos días, pero como para el recuerdo. Pensando en darme entero a la conferencia y taller de historietas para que me habían invitado, fui el sábado en Lima a una clínica que tiene su reputación, para hacerme un lavado de oído. Fui por Emergencia y, tras una averiguación, me dijeron que la Dra. A., otorrinolaringóloga, acababa de retirarse, pero que podía verme el Dr. M., médico general. Bueno, dije yo, estará de Dios, venga el médico general. Pagué, esperé , pasé, y este señor me dijo que lo esperase en Emergencia, pues en su consultorio no tenía el instrumental. Nueva espera, para qué, el Dr. M. cargó la jeringa y disparó sobre mi oído. Me sorprendió que el agua no estuviese tan tibia, más bien friona, se lo dije, pero el médico no se inmutó, confiaba en el «técnico», ese joven con conocimientos parciales de enfermería que preparó el agua solicitada. ¿Saben cuántas veces le dio el hombre a la jeringa? Catorce. Sí, 14 jeringazos sobre mi oído izquierdo, que me dejaron peor de lo que había llegado. Ahora sí que estaba medio sordo, como si estuviese tras una ventana con un acrílico muy grueso. Así amanecí el domingo, en que viajé a Trujillo, y así participé del almuerzo de bienvenida en el Club Central, en el que casi no me dejan entrar porque no llevaba camisa con cuello sino una prenda de cuello redondo. Mi polo negro de mangas largas no era suficientemente serio, pero Gerardo Cailloma, mi anfitrión Presidente de la Alianza Francesa, se las ingenió para hacerme pasar por otra puerta, de modo que sin ofender la vista de no sé quién llegué hasta una mesa muy bien puesta en la que me esperaban el Director de la Alianza Francesa y su señora esposa, y el Director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Privada del Norte. Un formidable shámbar y la encantadora conversación de estos amigos me hizo olvidar momentáneamente mi sordera. El postre era increíblemente bueno, un merengado de guanábana con no sé qué, algo que hacía la diferencia, lo propio de esa cocina. De allí a Oechsle, donde me dejaron el gentil francés y su bella mexicana, y donde me compré al toque un blazer azul marino, que me calzó como medido, ya podía defenderme del frío (increíblemente en Lima hace más calor que en la Ciudad de la Eterna Primavera). Deben haber mejorado esos sastres o mi cuerpo ya entró al promedio. Seguí con ese blazer el lunes de mi conferencia y el martes del taller. También siguió la sordera. Pensé seriamente en demandar al médico o a la clínica en que me habían hecho tal estripicio. Por teléfono había consultado en Lima a mi amiga la Dra. G., quien me dijo que podía estar inflamada mi Trompa de Eustaquio, y que me recomendó un antiinfamatorio que tomé puntualmente, así como otra cápsula para la rinitis, que aunque no estuviese resfriado algo parecido tenía a causa de los catorce jeringazos del Dr. M. Pero, bueno, así me batí, no digo solo contra el mundo porque la verdad es que el público trujillano, juvenil en su mayoría, era muy favorable y se reían (a la buena) de cuanto yo decía. Me ayudaban, claro, las imágenes del Kuraka, que pude bajar en tiempo récord gracias a la ayuda de Ana Rita Cabeza, una asistente como enviada del Cielo. Algo que no les he contado es que el domingo salí de Lima en el vuelo de LAN de las 20:35 horas y que el piloto no se atrevía a aterrizar porque estaba muy nublado el cielo trujillano. Por la ventana yo veía que no lo estaba tanto, pero pensé que él sabía más que yo y así escuché varias veces cómo bajaba el tren de aterrizaje y cómo luego no se mandaba el piloto a bajar más. Prefirió ir a aterrizar en Chiclayo, donde nos advirtieron po el parlante que el que quería bajar era «bajo su riesgo». ¿Por qué no dijeron simplemente que sería responsabilidad del pasajero? La palabra riesgo tornó a Chiclayo en un destino de alto peligro. Agregaron que ellos se abastecerían de combustible al avión y regresarían a Lima, donde, al día siguiente, ofrecerían un vuelo de «protección» que llegaría a Trujillo. ¿Por qué «protección»? ¿Es que en Lima había nuevos riesgos? La jerga de esos empleados era bastante idiota y alarmista. Tan fácil como era decir que cumplirían con su obligación de llevar al pasajero al destino para el que había pagado, y que, de esto no hablaron nada, lo compensarían económicamente por la rara noche que se venía, el hotel que deberían utilizar, las molestias, etc. En fin, dormí en Chiclayo bajo mi propio riesgo, con mi propio peculio, y con este mismo viajé por tierra al día siguiente a Trujillo. LAN, lan fregado con este trato descortés que sin duda viene de más arriba, de ésos que dan las directivas a sus empleados. Volvamos al martes. Almorcé donde los padres de Aquiles Martín, el destacado bloguero trujillano a quien llevé los libros que me había traído Carlos el Baterillero por encargo de la Necia, habitués conspícuos de El Diario del Cuy. Aquiles ha perdido 20 kilos, pero con el mismo cariño y entereza de siempre, me fue a recoger de la UPN con Víctor, su papá. Aquiles se enfrenta a un cáncer infrecuente con valentía y humor, acompañado por sus familiares y amigos, con todos ellos hacemos fuerza para que salga adelante. En su casa nos esperaba Azucena, su mamá, con un rico cebiche. Tanto amor. Allí Víctor me cuenta del pueblo de mi papá, y donde él tiene la certeza de que fue engendrado, como lo prueba una foto de sus padres en Chanchacap, exactamente nueve meses antes de su nacimiento, y donde con seguridad la pasaron de lo mejor. Esa tarde fui donde el Dr. Gumercindo Suárez, reputado como el mejor otorrinolaringólogo de Trujillo, quien me hizo un nuevo lavado de oído y ¡ZAS!, en un dos por tres estaba curado. ¡Doctor -le dije preocupado-, estoy escuchando más de la cuenta! En verdad era así. Había desaparecido la pared de acrílico que me separaba del mundo y me habían regalado una habitación en que resonaba el eco de mis propias palabras. Poco a poco todo se volvió más normal, volví al hotel «El Brujo» con la alegría del que acaba de vivir un milagro, y a la mañana siguiente, siguiendo las indicaciones de Víctor y Aquiles, partí temprano a Chanchacap. La pista está muy buena y en menos de dos horas se llega a Agallpampa, que está a 3,117 metros s.n.m. De allí bajé a pie a Chanchacap, que supongo que estará a 2, 800 m.s.n.m., más o menos. Me recomendaron que fuese por la carretera hasta una curva desde donde se avistaba el caserío y que entonces cortase camino por un sendero más vertical. A poco de seguir el consejo, caminando sobre piedra, arenilla, tierra o pasto mojados por una reciente lluvia, pensaba qué haces a tus 63 años caminando solo por este lugar ¿y si derrapas o tropiezas y te sacas el ancho… quién te encuentra? Pero ya había comenzado, ¡palante!, no había otra, entre olores de alcanfores, eucaliptos, flores, y también caca de alguna acémila que había hecho ese trayecto, seguí, glorioso, hasta dar con la carretera nuevamente y entrar a Chanchacap. Casi ni un alma en las calles, los adultos ya están en su trabajo en el campo, pero vi un colegio con niños atendiendo a una profesora que escribía en el pizarrón. Pondré fotos otro día. Ahora es tarde y ya debo acostarme. Solo decirles que en la casa de mi abuelito hay una guardiana que puso a un perro bravo a buen recaudo, sacó una hoz y cortó unos choclos que yo despenqué, pues eran para mí, y la vecina me regaló una bolsa para llevarlos y todo estaba muy bonito hasta que en la carretera supe que con este peso la subida sería más exigente y por aquel atajo se me fue pronto la reserva de oxígeno que llevaba incorporada… ¿Qué hacer? ¿Y si me pasaba el ómnibus que venía de Carapampa o el de Salpo y yo tardaba en llegar a Agallpampa y no había sitio en los carros que bajaban a Trujillo y yo perdía el vuelo que al final de esa tarde debía llevarme a Lima? Pura paranoia, paraba cada cierto tramo para recuperar la respiración, buscaba muña, esa hierba magnífica que ya me había ayudado hacía años en el Cusco, y a falta de ella tomé unas hojas de alcanfor y las froté entre mis manos y oliéndolas me distraje hasta alcanzar la carretera donde al poco rato el sonido de ese carro que no veía se convirtió en un Agallpampa-Trujillo que me llevó hasta la capital de La Libertad. Lo máximo, ¿eh? En los días siguientes he caminado aquí por el Malecón Cisneros y de la Reserva mirando el mar, qué distinto, también tan bello.

Otro asunto. En los días trujillanos no vi el blog ni el Facebook. Estoy poniéndome al día. Encuentro que se me pasó un texto precioso de Orlando Corzo y que no alcancé a trasladar de mi correo al blog. Debía ponerlo para el Día de la Madre, así que para no hacer roche lo he puesto ahora allí, discretamente. Búsquenlo en el domingo pasado, 12 de mayo, que, ya saben, el día de celebrar a la madre no es solo el que el calendario dice.

19 comentarios

Archivado bajo El Diario del Cuy

19 Respuestas a “Semana nueva

  1. Buen día

    Gracias Juan por lo de: «Habitúes conspícuos»… y a celebrar, sta nueva semana.

    Carlos el baterillero

  2. La Necia

    intensa la semana. duro ver a mi aquiles tan flaco. ya era flaco desde siempre, mira ahora lo que el enemigo nos hace. gracias, juan, por llevarle los libros. escribio en el twitter que esta jueliz porque juiste a verlo y porque ya tiene los libros. gracias otra vez!

    estoy de salida. ya regreso luego. esa caminata estuvo fabulosa, juan, y con sus choclitos organicos mas! dice que los choclos hay que comerlos organicos porque los demas estan alterado geneticamente. ahora, con esa ley perversa que alan firmo entre gallos y medianoche, invadiendo el terreno del ministro de medio ambiente y contra todas las voces que rechazaban el ingreso de las semillas geneticas a nuestro pais, -poseedor de casi tres tercios de los microclimas que existen a nivel mundial- nos ha mandado al paredon no solamente a esta sino a todas las generaciones venideras. que mierda que eres, alan! eso es crimen de lesa humanidad! no deben darte libertad para matarnos impunemente

  3. La Necia

    aqui ta la copia del twitter:

    Aquiles Martín Aquiles Martín ‏@higadex 15 may

    @Soy_Necia hola necia, ayer vino Juan, ya me trajo los libros, estoy happy 🙂
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    4:38 PM – 15 may 13 · Detalles

    ya le paso el link de este post ahorita

  4. (y) Like …

    Yo sólo puedo decir que en los ochenta, los de mi generación no tuvimos la tranquilidad para disfrutar de los paseos que nos relata Juan.

    ¿Aún se hacen lavados de oído?… a mí me lo hicieron un par de veces cuando era menor de 10 y recuerdo lo del agua tibia. A esa edad tenía otitis frecuentes y el olor de la cerrilla era pestilente. Ya de joven pasó el problema y no tuve que dar explicaciones después de ningún beso y abrazo.juvenil.

    ¡Vaya con los LANes esos!

    Bienvenido al barrio nuevamente, Juan. BIENVENIDO AL BARRIO NUEVAMENTE JUANNNNN … JUAAAAANNNN… JUANNNN.

  5. ¡Que belleza de relato! ¡Que belleza de aventura! ¡Gracias Juan por ser como eres y por compartirlo! 🙂

  6. Je, je, je… aunque estoy segura que la trompa no podía ser de falopio… ¿no sería de eustaquio?… ji, ji, ji…

  7. josé

    Hola a todos, ayer estaba a punto de comentar sobre el pequeño lapsus de Juan pero donde estaba no podía conectarme. En realidad, en el oído encontramos la trompa de Eustaquio que es algo así como un tubo que comunica el interior del oído con la nasofaringe, y que controla las presiones a las que se somete el oído, se bloquea por múltiples razones. A lo mejor te has confundido con el hiato de Falopio, que es un agujero que está en el hueso temporal (donde se ubican los agujeros auditivos) por donde pasa el nervio petroso mayor. Porque lo otro Juan, francamente no creo que tengas.

  8. josé

    Por cierto el relato está de perillas, Juan.

  9. ¡Gracias, Leonor! Pensé en que podía ser un lapsus, pero me sonó que era acertado mi recuerdo y… ¡Juá!, derrapé. Te leí, corregí al toque (Eus-ta-quio), aquí dice que a las 7:16 a.m., no vayan a venir después con que si es toro o loro.

    Gracias, José, por lo del hiato de Falopio, también en el oído y del que yo no había oído. Interesante.

    ¿Y qué hay del hiato de Eustaquio? A todo esto, ¿quiénes fueron Eustaquio y Falopio? Tal vez dos hermanos griegos y que andaban hurgando por arriba y por abajo, y que tenían hasta las orejas a todos y por allí solo a ellas

  10. Consultor

    Como dijo un francés aficionado al intercambio epistolar: «No escribo más breve porque no tengo tiempo» 🙂

  11. La Necia

    que conste que yo no dije nada del falopio… pero confiesome padre que peque de risa vuelta al suelo al leerlo al juancillo irse de trompas juas juas juas

    en juin, pues asi es la vida mis hermanos

  12. Estoy seguro que ese francés tenía razón, para editar se necesita tiempo.

  13. Muchas gracias por tus palabras Juan, pero sobre todo por tu visita, pero por sobre todo por la sonrisa de mi hijo, ¿la recuerdas? No fuimos a recogerte a la universidad solo mi papá y yo, también nos acompañó mi hijo. Y nunca voy a olvidar esa sonrisa tan tierna y fresca que soltó al ver al cuy dibujado con lapicero en un sobre manila. Nunca antes lo había visto, no le he mostrado el libro de aventuras del cuy que tengo, espero que en un par de años se apasionará con ese libro como lo hice yo tardíamente, con esos viajes al pasado y esos viajes al futuro y sobre todo esos viajes por el Perú. Gracias Juan. Lo único que no te voy a perdonar es que seleccionaste para este post la foto en la que salgo más feo. Saludos!

  14. Ajá, veo que por acá la necia se pone a compartir nuestros diálogos internos. NUNCA MÁS CONFIARÉ EN UNA MUJER!

  15. Aquiles, recuerdo la risa de tu hijo Salvador en el carro… Pucha, le hubiese hecho más dibujos, ¡para la próxima! Sobre la foto, ‘tás hecho un bacán, no seas coqueto. Yo salgo recontrabien, pa’ qué, no me quejo. Abrazote!

  16. Jorge

    Excelente relato. Y gracias Aquiles por hacerme conocer esta web; que es uno de los personajes nacionales que me gusta. Así que lo agrego en mi lista de favoritos.

  17. Ana Rita

    Fue un verdadero honor tenerlo en Trujillo. Ojalá pueda volver.

  18. La Necia

    oooops! perdoname akiles, es que yo… pues nomas quise compartir la alegria de saber que ya habias recibido esos libritos. nunca mas vas a confiar en una mujer? ja! nunca digas nunca, my amigo! nunca!

  19. Bienvenida, Rita, y nuevamente gracias por tu apoyo. Al parecer será el próximo año, aunque no tenemos la fecha. Si puedo antes, no lo dudaré.

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